martes, 24 de mayo de 2016

Un recorrido por la obra de los poetas del mundo azteca

La antigua ciudad de Tenochtitlán fue la musa para muchos de los poetas del mundo azteca.

 

Antes de la llegada de los españoles, dominaban en los textos precolombinos temas que tenían que ver con las deidades y la naturaleza que rodeaba a los antiguos mexicas. A pesar de que durante la Conquista se destruyó mucha de la obra literaria de este pueblo, se han logrado rescatar códices y textos a través de misioneros e inclusive la tradición oral de los indígenas.

La poesía azteca es una de las que más sobresale cuando de narrativa prehispánica se trata. Con cantos y bailes, los escritores le daban un significado lírico a fuertes temas como los héroes, la muerte y la religión. Incluso se han encontrado textos educativos y hasta eróticos en la poesía azteca.

Las zonas más importantes del Imperio Azteca en cuanto al desarrollo literario fueron Tenochtitlán, Texcoco y Cualhtitlán. Y hoy queremos recordar a  6 poetas cuya magnífica habilidad para la palabra escrita sigue perpetuando hasta  nuestros días.

 

Nezahualcóyotl

Era el monarca, o tlatoani, de Texcoco. Además de ser un aliado militar y político, se logró desempeñar como poeta y erudito:

Amo el canto del zenzontle,

pájaro de las cuatrocientas voces.

Amo el color del jade,

y el enervante perfume de las flores,

pero amo más a mi hermano,

el hombre.

 

Nezahualpillipoetas

Fue el tlatoani después de su padre, Nezahualcóyotl. Fue elegido por el grupo noble de la ciudad, al ser considerado el más apto de los hijos para gobernar. Su reinado es el que contó con más florecimiento económico y social. Lamentablemente, sólo sobrevive una de sus poesías:

Estoy embriagado,

está embriagado mi corazón:

Se yergue la aurora,

ya canta el ave zacuán

sobre el rayado de escudos,

sobre el ave zacuán,

sobre el rayado de escudos,

sobre el rayado de dardos.

 

Alégrate tú, Tlacatehuepan,

tú, nuestro vecino, cabeza rapada,

como cuexteca de cabeza rapada.

Embriagado con licor de aguas floridas,

allá en la orilla del agua de los pájaros,

cabeza rapada.

 

Cacamatzin

Fue rey de Texcoco, y su gobierno es considerado como uno de los más importantes del Imperio Azteca. Su asesinato fue uno de los que ocurrió en la célebre matanza del Templo Mayor. Su poesía se caracteriza por los temas de guerra y paz que contaba:

Amigos nuestros,

escuchadlo:

que nadie viva con presunción de realiza.

El furor, las disputas

sean olvidadas,

desaparezcan

en buena hora sobre la tierra.

También a mí solo,

hace poco me decían,

los que están en juego de pelota,

decían, murmuraban:

¿Es posible obrar humanamente?

¿Es posible actuar con discreción?

Yo sólo me conozco a mí mismo.

Todos decían eso,

pero nadie dice la verdad en la tierra.

 

Axayácatl

Se estima que nació alrededor de 1449. Además de fungir como guerrero, siguió también de cerca la construcción de la Piedra del Sol. El sufrimiento y la muerte eran sus tópicos más comunes:

Ha bajado aquí a la tierra la muerte florida,

se acerca ya aquí,

en la Región del color rojo la inventaron

quienes antes estuvieron con nosotros.

Va elevándose el llanto,

hacia allá son impelidas las gentes en el interior del cielo hay cantos tristes,

con ellos va uno a la región donde de algún modo se existe.

Eras festejado, divinas palabras hiciste,

a pesar de ello has muerto.

 

El que tiene compasión de los hombres,

hace torcida invención.

Tú así lo hiciste.

¿Acaso no habló así un hombre?

El que persiste, llega a cansarse. 

A nadie más forjará el Dador de la vida.

¡Día de llanto, día de lágrimas!

Tu corazón está triste.

¿Por segunda vez habrán de venir los señores?

Sólo recuerdo a Itzcóatl, por ello la tristeza invade a mi corazón.

¿Es que ya estaba cansado, venció acaso la fatiga al Dueño de la casa, al Dador de la vida? 

A nadie hace él resistente sobre la tierra.

¿A dónde tendremos que ir?

Por ello la tristeza invade mi corazón.

 

Macuilxochitzin

Una de las pocas poetas femeninas del mundo azteca. Existe poca información sobre su vida, pero fuentes aseguran que pertenecía a una familia de nobles. Sus composiciones poéticas consistían en narraciones de las batallas en las que se enfrentaba su padre:

Los escudos de madera se sostienen en las manos,

en el lugar del peligro,

en donde se hacen cautivos,

en medio de la pelea,

en el campo de combate.

 

Quieren ser iguales nuestros cantos,

quieren ser iguales nuestras flores,

hemos barrido cabezas para dar placer

al que da la vida.

 

La flor de la espada de madera en tu mano está,

oh Axayacatl y con ella echa brotes

la florida sangre divina, la florida hoguera,

y con eso se van embriagando los que van con nosotros.

 

Tlaltecatzin

Era el señor de Cuauhchinanco. Su poesía se enfoca a los placeres terrenales:

En la soledad yo canto

a aquel que es mi Dios

En el lugar de la luz y el calor,

en el lugar del mando,

el florido cacao está espumoso,

la bebida que con flores embriaga.

Yo tengo anhelo,

lo saborea mi corazón,

se embriaga mi corazón,

en verdad mi corazón lo sabe:

¡Ave roja de cuello de hule!,

fresca y ardorosa,

luces tu guirnalda de flores.

¡Oh madre!

Dulce, sabrosa mujer,

preciosa flor de maíz tostado,

sólo te prestas,

serás abandonada,

tendrás que irte,

quedarás descarnada.

 

Imagen principal: Jamie Jasso

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