¿Quién podría imaginarse que la casa en donde vivió uno de los poetas revolucionarios más importantes del país se encuentra en el corazón de la colonia Roma? En Avenida Álvaro Obregón #73 se eleva ostentosamente la Casa de Ramón López Velarde, abogado y modernista literario que redefinió la mexicanidad en épocas de una revolución política y cultural.
Oriundo del estado de Zacatecas, este hombre se enfrentó con el revolucionario proceso de cambio en un país. Durante esa época, México dejaba un estilo afrancesado y malinchista, para descubrir una personalidad única y latina. Por lo que Ramón López Velarde, como literario y abogado, ayudó a perfilar esta nueva imagen cultural de México.
Mientras apoyaba abiertamente a las reformas políticas de Francisco I. Madero, López Velarde escribió poemas, reseñas y numerosos artículos políticos sobre la nueva situación de México. En reiteradas ocasiones atacó a Emiliano Zapata y a Victoriano Huerta, tildándolos de incompetentes. No obstante, días antes de la sublevación del 9 de febrero de 1913, decidió abandonar el periódico en donde trabajaba, trasladarse a San Luis Potosí y comenzar un bufete de abogados. Victoriano Huerta había llegado poder.
Pese a su exilio obligado, López Velarde regresó un año después a la Ciudad de México –cuando el liderazgo del país estaba a cargo de Venustiano Carranza–. Fue ahí que el distinguido poeta conquistó a sus coetáneos, como José Juan Tablada y el argentino Leopoldo Lugones. Desde entonces su obra estuvo intrínsecamente marcada por el amor, ese tipo de amor imposible que lastima a quien no recibe de regreso el afecto del ser amado. Con una especie de pena y nostalgia, López Velarde dio a luz en 1915 a Fuensanta, su primer amor en su Jerez natal: Josefa de los Ríos.
Tú no eres en mi huerto la pagana
rosa de los ardores juveniles;
te quise como a una dulce hermana
y gozoso dejé mis quince abriles
cual un ramo de flores de pureza
entre tus manos blancas y gentiles.
Humilde te ha rezado mi tristeza
como en los pobres templos parroquiales
el campesino ante la Virgen reza.
Antífona es tu voz, y en los corales
de tu mística boca he descubierto
el sabor de los besos maternales.
Tus ojos tristes, de mirar incierto,
recuérdanme dos lámparas prendidas
en la penumbra de un altar desierto.
Las palmas de tus manos son ungidas
por mi, que provocando tus asombros
las beso en las ingratas despedidas.
Soy débil, y al marchar por entre escombros
me dirige la fuerza de tu planta
y reclino las sienes en tus hombros.
Nardo es tu cuerpo y tu virtud es tanta
que en tus brazos beatíficos me duermo
como sobre los senos de una Santa.
¡Quién me otorgara en mi retiro yermo
tener, Fuensanta, la condescendencia
de tus bondades a mi amor enfermo
como plenaria y última indulgencia!
Dos años después, Fuensanta perdió la vida; y López Velarde comenzó a preparar su próximo poemario para rendirle homenaje. Lo llamó Zozobra, en el cual colaboró González Martínez. De acuerdo con la gran parte del a crítica, este libro es reconocido como su mejor obra.
Sin embargo, con la sublevación del general Álvaro Obregón, en 1920, López Velarde pasó por momentos de desconcierto ante la pérdida de ese periodo de estabilidad y gran desarrollo creativo que Carranza brindó. Para su tranquilidad, se le nombró secretario de Educación José Vasconcelos, ofreciéndole una oportunidad para renovar la cultura de México. Así fue como apareció La suave patria en la revista “Novedad de la Patria”, poema que le valió ser considerado poeta de la Revolución mexicana.
Yo que sólo canté de la exquisita
partitura del íntimo decoro,
alzo hoy la voz a la mitad del foro
a la manera del tenor que imita
la gutural modulación del bajo
para cortar a la epopeya un gajo.
Navegaré por las olas civiles
con remos que no pesan, porque van
como los brazos del correo chuan
que remaba la Mancha con fusiles.
Diré con una épica sordina:
la Patria es impecable y diamantina.
Suave Patria: permite que te envuelva
en la más honda música de selva
con que me modelaste por entero
al golpe cadencioso de las hachas,
entre risas y gritos de muchachas
y pájaros de oficio carpintero.
Da click aquí para leer el poema completo.
Así, poeta reconocido en México, este enamorado del amor, se convirtió en el revolucionario literario, en el perfilador del patriotismo mexicano, en apasionado del mexicanismo. Hasta su muerte, el 19 de junio de 1921, con tan sólo 33 años, a causa de la sífilis y bronconeumonía que padecía. Este hombre quedó en el olvido durante casi 40 años, pues no fue sino hasta el 15 de junio de 1963 que sus restos mortales fueron exhumados y trasladados a la Rotonda de las Personas Ilustres de la ciudad de México.
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