El sol sale del oriente y se resguarda en el poniente. Es un evento tan rutinario que nosotros, los cosmopolitas, hemos olvidado que en el caminar del sol, en el mismo horizonte, recorre de sur a norte durante el invierno y de norte a sur en el verano. Es decir que, si prestamos un poco más de atención al actuar del astro magno, notaremos que cada día el sol va avanzando en el horizonte con una posición diferente que el día anterior; y que, inclusive, llega a un punto extremo de declinación al sur para regresar a su máximo extremo de declinación al norte, y así sucesivamente.
Cuando el sol llega a cada punto máximo de los extremos, simplemente “se detiene”. A este fenómeno se le nombró como solsticio, y el cual sólo sucede por las diferentes inclinaciones de la Tierra, con respecto al Sol, durante su movimiento de traslación. Y entre estos dos extremos del Sol, llega por dos veces consecutivas un punto intermedio, conocido como equinoccio. Los solsticios suceden entre el 21 y 22 de junio, nombrándole como “solsticio de verano” pues es cuando el Sol se localiza al norte del horizonte, y del 21 al 22 de diciembre, llamándose “solsticio de invierno” pues el Sol se ubica al sur del horizonte del Valle de México.
Y de hecho, el calendario solar, uno de los inventos más importantes del mundo prehispánico, se realizó basándose en el paso del sol por las montañas. Las civilizaciones contemporáneas a Cuicuilco y Teotihuacán solían observar el acontecimiento –el movimiento del sol, la luna y las estrellas sobre los horizontes este y oeste– desde sitios minuciosamente escogidos en función de sus construcciones, como templos, plataformas, pirámides o pozas en peñas. Desde ahí se empezó a hacer las mediciones calendáricas, contando los días que tardaba el astro en llegar de una a otra cúspide. Desgraciadamente, tras la conquista española, cientos de emplazamientos fueron destruidos y reutilizados por evangelizadores cristianos para construir iglesias católicas y ermitas.
Actualmente existen varios sitios donde es posible apreciar el solsticio de invierno, entre los cuales se encuentran varios emplazamientos solsticiales prehispánicos, tales como: Cuicuilco, Xochimilco, Acalpixcan, Teutli-Tecómitl y el Popocatépetl; así como Chapultepec, Iztacalco, Tlapacoya y el Iztaccíhuatl.
De hecho, en 1993, los investigadores Franz Tichy y Johanna Broda realizaron una línea solsticial observando el pleno solsticio de invierno sobre la estructura prehispánica del Xochitepec, en donde presenciaron el salir del Sol exactamente atrás del cráter del Popocatépetl a las 7:20 am. En otras palabras, descubrieron que el Popo fungía como un marcador preciso para medir el tránsito cenital del Sol en Xochimilco, y así mismo como un indicador de la llegada del solsticio de invierno en la región sur del valle. Mientras que el Iztaccíhuatl podría convertirse en otro marcador importante del solsticio de invierno en el Valle de México, pues desde el cerro de Chapultepec se puede observar la salid solsticial sobre este volcán –sobre el cual el Sol detiene su marcha hacia el sur durante varios días, terminando su recorrido sobre el abdomen de la mujer dormida.
Por lo que, si eres fanático –o amante– de la Astrología, te invitamos a visitar alguno de estos sitios solsticiales prehispánicos dentro de la ciudad de México ya que, y citando a William Blake, “Grandes cosas ocurren cuando hombres y montañas se encuentran.”
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