Ubicada en la Delegación Cuauhtémoc, la colonia Santa María la Ribera es un tributo a la historia de esta ciudad que ningún capitalino (o visitante) debería desconocer. Plagada de bellísimos edificios de gran valor arquitectónico —muchos de ellos del Porfiriato—, se trata del primer fraccionamiento construido fuera del trazo original de la antigua Ciudad de México, y es una de sus primeras colonias junto con la San Rafael.
Durante el siglo XVII, esta área se encontraba en las afueras de la capital novohispana y albergaba a la Garita de Tlaxpana, una de las muchas estaciones de cobro de impuestos de la Corona Española. Pero la historia de este barrio comenzó en 1861 con la división de la Hacienda de la Teja, particularmente de uno de sus ranchos llamado Santa María, bordeado por el Río Consulado.
Aquella área era muy arbolada y llena de floricultores, por esta razón cuando se diseñó el fraccionamiento (que contaba con escuela, mercado, iglesia y un parque central o alameda), una buena parte de sus calles fueron nombradas como árboles y flores. Durante el siglo XIX, la población de Santa María la Ribera creció y poco a poco fue urbanizándose, pero sus calles fueron asfaltadas hasta mediados del siglo XX.
Muchos artistas e intelectuales vivieron en esta colonia, especialmente durante las primeras décadas del siglo pasado. Así, Santa María la Ribera fue el hogar del Doctor Atl, de Amado Nervo, de Mariano Azuela, además de Chucho “el Roto” y del compositor José Alfredo Jiménez, que trabajaba en el conocido Salón París.
Algunos de los edificios más notables de esta peculiar colonia son: la Casa de los Mascarones, un edificio construido en 1771 al estilo barroco que hoy alberga la escuela de lenguas de la UNAM; el Museo del Chopo, un hermosísimo edificio de acero y vidrio de 1905 que alguna vez fue el Museo Nacional de Historia Natural; y el Quiosco Morisco de la alameda, una de las edificaciones más representativas de este vecindario.
Santa María la Ribera mantiene ese dejo de barrio viejo mexicano, donde las tiendas y los negocios aún son llevados por familias locales. Se trata de un espacio especial en el que el tiempo hizo un trabajo muy particular: labro sus bellos edificios, dándole una estética en la que conviven perfectamente el lujo y la decadencia.
Twitter de la autora: @imissmaria
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