El arte, en cualquiera de sus expresiones, tiene el objetivo de inmortalizar una creencia, un pensamiento, un sentimiento, una emoción. Es a través de esta liberación de la psique, que el autor de la obra tiene la capacidad de manifestar irónicas figuras con diferentes trastornos de la experiencia humana.
A lo largo y ancho de la ciudad de México, los capitalinos (y sus visitantes) tenemos la oportunidad de visualizar las obras de aquellos personajes que lograron crear una realidad alterna –mejor o peor–, de lo que sus ojos se negaban a creer. Danzas, esculturas, inmuebles representativos, canciones y pinturas son sólo algunos de los ejemplos de las realidades alternas de las que podemos ver en las calles de la metrópoli.
De hecho, la ciudad de México goza de edificaciones con mucho colorido y alegría con significados interesantes. Entre murales y mosaicos, estas obras de arte contienen una variedad de técnicas y estéticas que manifiestan el deseo del empoderamiento mexicano. Se trata de la perfecta combinación de lo abstracto y lo tradicional, de lo religioso y lo cotidiano, de lo que fue, es y será.
Conocer estas edificaciones plasmadas de texturas nacionalistas, requiere de tan sólo recorrer las calles de la ciudad; por lo que a continuación te compartimos los diez mejores murales y mosaicos que puedes encontrar en la capital de la república:
El teatro en México (1953) de Diego Rivera. Este mural-mosaico, a diferencia de otros en la ciudad, ofrece una teatralización de algunos aspectos de la historia de México. En él se ve un discurso pictórico e histórico que pone en evidencia la cosmogonía foklórica, ritualista y tradicional tanto del pintor como del pueblo mexicano.
El mural es la fachada del Teatro de los Insurgentes –Avenida de los Insurgentes # –, el cual se mandó a edificar en 1953 por el hombre de negocios (banquero, político, embajador y empresario) José María Dávila y por el arquitecto Alejandro Prieto. El objetivo era crear un teatro grande para la clase media, cuyas temáticas conservaran las preocupaciones y obsesiones nacionalistas generadas por los gobiernos posrevolucionarios.
La Universidad, la Familia Mexicana, la Paz y la Juventud Deportista (1959), de Diego Rivera
El Estadio Olímpico Universitario, en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el cual cuenta en el costado oriental un relieve en piedras de colores naturales con el escudo universitario. Bajo las alas extendidas del águila sobre el nopal, el artista colocó tres figuras que representan a la familia: el padre, la madre entregando la paloma de la paz a su hijo. En cuanto a los extremos, hay dos figuras gigantescas que corresponden a unos atletas (hombre y mujer) que encienden la antorcha del fuego olímpico; y para complementar la obra, la imagen simbólica del dios prehispánico Quetzalcóatl, la enorme serpiente emplumada.
La Marcha de la Humanidad, de David Alfaro Siqueiros. Este mural cubre el Foro Universal del Polyforum Cultural Siqueiros, el cual está ubicado junto al complejo World Trade Center ciudad de México, y es considerado como el más grande pintado en toda la historia. En esta obra, Siqueiros realiza, con pintura acrílica y aerógrafo, figuras con líneas geométricas y esquemáticas, de trazos negros y colores planos, en donde el autor demuestra cómo su teoría de poliangularidad cobra movimiento desde cualquier punto de vista. Se trata de una alegoría del cambio tanto de los ciudadanos como de los gobernantes del país en torno a los Derechos Humanos y la figura de la Humanidad.
La creación (1922) de Diego Rivera. Se trata del primer mural del artista, el cual lo pintó a la encáustica (cerca caliente como aglutinante de pigmentos) para representar una fusión de elementos naturalistas y simbolistas. Al crear una combinación de armonía arquitectónica y artes plásticas, Rivera pretendía resaltar los valores de la prudencia, justicia, fortaleza, continencia, caridad, esperanza y fe.
Primer mural de Rivera en México, pintado a la encáustica (se emplea cera caliente como aglutinante de los pigmentos) en el Anfiteatro Bolívar de la Escuela Nacional Preparatoria. En éste, el artista combina elementos naturalistas con simbolistas, creando una armonía entre la arquitectura del recinto y las formas plásticas.
Ubicación: Antiguo Colegio de San Ildefonso, Justo Sierra No. 16, e/ República de Argentina y El Carmen, Col. Centro.
Omnisciencia (1952), Clemente Orozco. Tras las agresiones hacia la Escuela Nacional Preparatoria, el dueño de la Casa de los Azulejos (antigua casa de los Condes del Valle de Orizaba), Francisco Sergio Iturbide, invitó a Orozco a pintar un mural en el descanso de la escalera. Como respuesta, él reunió dos figuras (una femenina y otra masculinas) desnudas y de cuerpo entero, flanqueadas por dos torsos de hombre. Los símbolos y alegorías revelan las reminiscencias esotéricas en el aire de la cultura mexicana de la década de los veinte, enraleció con todo el saber.
La nueva democracia, de David Alfaro Siqueiros (1945). Actualmente este mural se encuentra resguardado en el Museo del Palacio de Bellas Artes, y su título original era México por la democracia e independencia. Representa la humanidad libre mediante una figura que fusiona rasgos femeninos y masculinos, conmemorando la victoria de la Nueva demogracia. El futurismo de Siqueiros rompe los límites del cuadro, redondeando las figuras para dar una sensación de movimiento, la percepción se vuelve dinámica.
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