Yo no conozco la Habana, pero si lo hiciera, me gustaría viajar en el tiempo y encontrarme hace 70 años bailando en el Buena Vista Social Club, cuando Ibrahim Ferrer cantara Guantanamera o Barbarito Torres se volviera loco con el laúd. Grandes vestidos volando en la pista, en ese lugar donde se forma una cofradía bajo el entendido de que aquí, sólo importa la música.
Hace unas noches, México tuvo una probadita de esos años de gloria. Las diez mil personas reunidas en el Auditorio Nacional se pondrían de pie ante el despliegue de talento de estos virtuosos músicos a quien es muy impactante ver bailar, cantar, brincar y llevar sus ochenta y tantos años de edad mucho mejor de lo que muchas veces yo puedo llevar mis humildes 30.
Esta agrupación fue creada en los 90 y posee un bagaje cultural extraordinario. En la Cuba de 1940 los clubes sociales inicialmente se formaron para generar “sociedades de color” en la que los miembros eran clasificados según su etnia. En una época en la que la segregación de los afrocubanos era algo institucionalizado, se empezaron a formar clubes de reunión en donde se hacía lo que mejor se sabe hacer en cuba: olvidar los problemas y pararse a bailar.
Grandes figuras del club sobresalieron a lo largo de los años tal como Compay Segundo, Cachao López y Rubén González.
En 1959 llegó la Revolución Cubana y con ella el cierre de muchos clubes nocturnos de la Habana y la fiesta se convirtió en un acto rebelde y clandestino.
Casi 50 años después de que el club cerrase, una grabación de Juan Marcos González con músicos cubanos tradicionales, muchos de ellos antiguos miembros del club, llamada Buena Vista Social Club le dio la vuelta al mundo. Por fin el son cubano había salido de Cuba.
El “Adiós Tour” es una síntesis de más de mil conciertos que han involucrado a más de 40 músicos en los últimos 16 años. Durante este tiempo, el grupo se ha convertido en una dinámica y multigeneracional big band, donde los veteranos y los más jóvenes se han unido para celebrar con gran elegancia la tradición cubana.
Abrieron con un danzón, cada instrumento se iba descubriendo conforme pasaban los minutos. Cada músico tenía su momento con el público, toques de jazz se escapaban entre líneas en medio del ritmo.
El imponente piano de cola tocado por Rubén González me conmovió hasta las lágrimas desde la primera pieza.
Jesús Aguaje Ramos dirigió la orquesta, mientras nos deleitó con su trombón e increíble presencia escénica. Hizo sonar “Somewhere over the rainbow” en medio de un silencio premeditado, el auditorio coreaba y a Jesús se le iluminaba toda la cara.
Entonces vino el turno de Papi Oviedo, guitarrista principal y esposo de Omara Portuondo “La más sexy” una imponente mujer de 85 años que inundó el escenario de nostalgia y carisma cantando junto al piano “Esta tarde vi llover” de Armando Manzanero.
Barbarito Torres, miembro original de la orquesta se puso de pie y con absoluta actitud de rockstar, se colocó el laúd en la espalda y lo empezó a tocar para el aplauso emocionado de todos los asistentes.
Las filas y pasillos del Auditorio Nacional se convirtieron en los rincones de un gran salón de baile de la Habana. Personas de todas edades llenaban cada espacio posible de baile en tributo al extraordinario son que nos deleitó el domingo por la noche.
Ha sido maravilloso poder presenciar a estas leyendas musicales demostrar por qué lo son y ha sido una delicia bailar su son, ojalá perdure para siempre.
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