Pocos años después de la conquista se fundó la capital de la Nueva España sobre las ruinas de la gran Tenochtitlán para que pudieran vivir ahí los españoles pero muy pronto no sólo la habitaron peninsulares e indígenas sino que llegaron esclavos africanos y asiáticos. La vida en comunidad comenzó desde entonces y con ella la necesidad de tener diversiones y distracciones.
Para que esta población de la nueva ciudad tan distinta entre sí pudiera convivir y tener algo en común, comenzaron a organizarse fiestas religiosas y civiles que servirían para enseñar el cristianismo a todos los habitantes, mantener la obediencia al rey de España y para tener a la gente divertida con el fin de evitar rebeliones y caos. Por eso a pesar de ser muy costosas, las autoridades las pagaban.
El historiador Antonio Rubial nos relata en un texto cómo se divertía la gente en este periodo llamado virreinato. Nos cuenta que junto a las fiestas religiosas se organizaban fiestas civiles dirigidas a exaltar la figura de los monarcas, a quienes irónicamente sus súbditos americanos jamás verían. Se celebraban los matrimonios, nacimientos y defunciones de la familia real de una manera espectacular. Se colocaban las pinturas de los reyes en plazas y templos y se decoraba toda la ciudad.
Los reyes eran los representantes de Dios en la tierra y el virrey el representante de ellos en los territorios americanos, por eso cada vez que llegaba un virrey nuevo se festejaba en grande. Los festejos iniciaban desde el desembarco del nuevo virrey en Veracruz y terminaban cuando se instalaba en el palacio de gobierno. Se ponían arcos triunfales hechos de flores y papel, inscripciones y figuras alegóricas pintadas que aludían a las virtudes del gobernante y su familia.
Otra de las diversiones más populares era la corrida de toros, mucho más sangrienta y violenta de lo que es hoy en día. Se realizaban en un ruedo desmontable y el espectáculo iniciaba con la presentación de los caballeros, que portaban capa negra, daga, espada y sombreros multicolores.
Estos personajes iban montados en sus caballos y eran seguidos por sus sirvientes y pajes, que vestían vistosos trajes. Al final entraban los danzantes indígenas vestidos con plumas, tocando tambores y flautas. Al momento de soltar los toros, el torero desde su caballo trataba de encajar la jabalina de madera con punta de hierro en el cuello del animal. El éxito se medía en función del número de jabalinas o rejones rotos, por lo que a esta suerte se le llamaba rejoneo.
Si el toro tiraba al jinete o derribaba al caballo, el torero tenía la obligación de matarlo de una estocada. Si esto no sucedía comenzaba la segunda parte de la corrida, en la cual los pajes y sirvientes atraían al animal y le enterraban banderillas y cuando el toro estaba muy cansado bajaban algunos aficionados y lo atacaban con puñales y dagas hasta quitarle la vida.
Otro atractivo eran los desfiles de máscaras que se hacían en las calles, donde figuras gigantes de cartón desfilaban disfrazados de moros y cristianos o con trajes que recordaban a la conquista, a su lado iban músicos que tocaban sones con diversos instrumentos. También habían disfraces de animales y de personajes de países exóticos.
A fines del siglo XVI llega la pólvora desde China y con ella los fuegos artificiales que eran de los entretenimientos favoritos de la gente en las celebraciones. Muy pronto los maestros artesanos indígenas se volvieron expertos en este arte y se desarrolló una verdadera industria alrededor de la pirotecnia.
Otra diversión era el teatro y las funciones de títeres y marionetas. Las obras eran presentadas en lugares llamados “corrales de comedias” y como ahora, habían diferentes precios dependiendo el lugar. El público era siempre muy escandaloso y nunca reinaba el silencio, silbaban, abucheaban y le hacían burla a los actores. En una misma función se podía representar una comedia, un drama y pequeñas obras llamadas entremeses. Durante los entreactos habían canciones y bailes.
Otra de las diversiones eran las peleas de gallos que se realizaban en palenques cerrados con la asistencia de gente de todas las clases sociales. Después de recogidas las apuestas un gritón voceaba los nombres de los gallos, cuánto pensaban y el rancho del que venían.
Además de las fiestas y espectáculos, donde la gente se juntaba en multitudes, habían muchas diversiones que se realizaban de manera privada. Los juegos de cartas era lo más común.
Al aire libre las diversiones más comunes también eran los paseos, la gente iba a Chapultepec o la Alameda donde había puestos de comida y personas que cantaban coplas al son de la guitarra. En estos lugares la gente era atraída también por lo que conocemos hoy como voladores de Papantla. En los lugares donde había canales o lagos cercanos, las trajineras transportaban hombres y mujeres que se deleitaban con los sones de músicos que cantaban a bordo de la pequeña embarcación canciones de amor y desamor.
Durante el virreinato, como hasta nuestros días, las fiestas y entretenimientos eran una parte muy importante de la vida en comunidad, pues se rompía con la rutina y se diferenciaba entre el tiempo de trabajo y el de descanso.
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