El adjetivo “surrealista”, con que el mismo Bretón bautizó a México, siempre nos recordará la excentricidad de la personalidad mexicana, que en indefinidas ocasiones es humorística y un tanto despreocupada. Aunque la connotación sugerida por el poeta, versaba sobre el carácter revolucionario de las tierras mexicanas, es la realidad onírica que vivimos constantemente la que se merece el papel de surrealista. Y con onírico nos referimos a lo mitológico, al pasado folclórico que inconscientemente se manifiesta en los intentos por modernizar nuestra ciudad. En el cine de oro mexicano -y en un puñado más de filmes de culto de la época de los cuarenta- podemos ejemplificarlo un poco, especialmente en personajes como Tin Tan, el “pachuco de oro”, una de las primeras figuras públicas en hacer visible los contrastes culturales que se desdoblaban en el país.
Con particular humor -interpretando nada más que su propia personalidad-, Germán Valdés/ Tin Tan, nos regaló un ciento de películas de producción nacional que trataban historias sobre charros, cantantes y héroes cómicos, protagonizando las costumbres mexicanas con enfática ironía en las películas hollywoodenses. Destacamos, por ejemplo al “zorrillo”, que combatía a los de alta sociedad que explotaban a los indios mexicanos en la época, o al “Rey del barrio”, un gangster fracasado que en su ambición por convertirse en un Robin Hood termina por no robarle a nadie.
El estilo de Tin Tan fue memorable. Como pachuco, develó al mexicano “agringado” de la época, que respondía a un grupo de jóvenes del norte que adquirieron vestimentas elegantes norteamericanas fuera de lo común: trajes holgados, relojes con cadena que llegaban casi al suelo, zapatos swing y sombreros con plumas. Su forma de recortarse el bigote al estilo Clarke Gable fue único en México, sin olvidar su lenguaje poco usual, que contenía la mexicanización de algunos modismos estadounidenses.
Extrovertido, despreocupado y valiente; con ingenio, ironía y seducción, así era Tin Tán, la imagen de la mezcla cultural estaba plegada en su personalidad. Y así como lo advertía André Bretón en su manifiesto, lo surrealista obedece a lo revolucionario, y la actuación en pantalla de Tin Tan logró, en buena medida, el acceso a ese “conocimiento psíquico puro” de la realidad mexicana: la lucha constante por hallar una identidad.
Germán Valdés, además de actor y locutor de radio en sus inicios, también fue cantante, influenciado por un lado en el estilo pop de Frank Sinatra y por otro en el danzón traído desde Cuba a Veracruz, y luego a la Ciudad de México, donde adquirió fuerte presencia gracias a la radio y al cine:
Como actor de doblaje, se recuerdan dos de sus participaciones en los años 60’s, protagonizando la voz del oso Balú en la película “El libro de la selva”, y el gato O’Malley en “Los aristogatos”, ambas películas de Walt Disney.
Se dice que también fue invitado a aparecer en la fotografía de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de The Beatles y éste la rechazó. Tal vez no se encuentre inmortalizado en aquella fotografía pero sí lo está en el panteón Jardín desde el 29 de junio de 1973, hogar fúnebre de las máximas personalidades cinematográficas de México.
Este 2015 -y a 100 años de su nacimiento-, se realizará en la Ciudad de México el Tin Tan Fest, organizado por sus hijos, con el fin de que las nuevas generaciones conozcan su legado. Como parte de dicho evento se planea a través de la Secretaría de Cultura que se utilice el Zócalo como centro de reunión para dar paso a un gran “baile” que reúna al mayor número de pachuchos. Pero mientras conocemos la fecha exacta de esta celebración, te dejamos tres de sus películas más brillantes:
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