Para el Valle de México, construir bajo tierra era una actividad bastante común. Los pasajes subterráneos de épocas prehispánicas contenían todo tipo de insignias teológicas; sepulcros y sus respectivas ofrendas, cámaras con objetos valiosos para dioses y líderes, e incluso metáforas lóbregas sobre la replica de un inframundo bajo el suelo. En la actualidad, excavar para construir no es una idea ignorada, de hecho algunos de los lugares más hermosos de la ciudad están construidos en subterráneos.
La construcción más reciente que ejemplifica mejor esta idea es el acuario Inbursa, realizado en cuatro sótanos que albergan enormes peceras en todo su techo y alrededores, con un aproximado de 5,000 ejemplares de 300 especies marinas. La Plaza Garden Santa Fe es otra de ellas, el primer centro comercial subterráneo en la ciudad de México y el primer sitio público en implementar arquitectura bioclimática sustentable como celdas solares, sistemas de captación pluvial y azoteas verdes.
Sin embargo estas no son las ideas más ambiciosas que ha planeado la Ciudad de México con respecto a sus subsuelos. A pesar de llevar ya un par de años como propuesta en el aire, la creación de edificios subterráneos en el que sea posible alojar viviendas, oficinas, negocios y jardines en lo más profundo del centro de la ciudad es ya un proyecto que se pretende realizar en el Centro Histórico de la capital, específicamente en la plancha del Zócalo.
La obra denominada “rascasuelos”, consistiría en una pirámide invertida, una especie de cono con 65 niveles subterráneos en donde destacará un gran espacio al centro para dejar entrar la luz del día y así lograr que el consumo de electricidad sea en menor grado. Como se pretende similar un gran rascacielos, la superficie de esta construcción y demás partes de ella estarían fabricadas de grandes cristales y áreas verdes. Según la compañía Bunker Arquitectura —responsables de idear este proyecto—, el rascasuelos contaría con un minucioso plan de la ingeniería civil para fortalecer la edificación y prevenir desde un principio desastres causados por sismos. El costo aproximado de esta obra radica en los 10.000 millones de pesos con un tiempo estimado de 8 años para finalizar el proyecto.
De ser llevada a cabo se trataría del “rascasuelos” más grande del mundo (unos 300 metros de profundidad), aunque por supuesto, para una ciudad con innumerables vestigios arqueológicos como la nuestra, no es un plan que debiera tomarse a la ligera. Para realizar excavaciones en esta zona habría que tomar en cuenta si los sitios sagrados como el Templo Mayor sufrirían alguna daño. Además, el centro de la ciudad de México es una zona con alta actividad sísmica y como se sabe, los temblores son de mayor grado en las profundidades de la tierra. Incluso los problemas pluviales serían un tema importante; la ciudad de México reclama su origen acuoso todo el tiempo.
Una obra de la arquitectura moderna de esta magnitud debería ser rentable para la ciudad y más importante aún, provechosa para sus habitantes y el medio ambiente. Nuestra ciudad se extiende hacia sus horizontes cada vez más, habría que plantearnos si un rascasuelos de ciencia ficción distópica como este sería la solución al constante crecimiento poblacional.
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